El Cable Inglés. Mirando al futuro

Fotografía de Carlos de Paz

 

Desde mi ventana / 56 – Amigos de la Alcazaba

“El Cable Inglés. Mirando al futuro”

María Teresa Pérez Sánchez

Presidenta de Amigos de la Alcazaba

 

Querían derribarlo. Decían que era un mamotreto,  un montón de chatarra, viejo, feo, inútil. Pero ahí sigue.  Lo veo desde mi ventana. Forma parte de “mi” patrimonio, de mi vida cotidiana. Su imagen y sus reflejos en el agua cambian con la luz. Me gusta pensar, mientras lo contemplo de cerca,  que  se ha ganado a pulso su categoría  de monumento, que ocupa un lugar importante en los corazones de los almerienses, que ya sí está en su memoria, en sus carteles de feria, en sus fotos de boda… que ya es patrimonio sentido.

Pero el camino para alcanzar este lugar privilegiado no ha sido corto ni fácil. El mismo mes de la muerte de Franco el  Ayuntamiento de Almería acordó su derribo, y todavía en 1977 volvió a aprobarse, entre los aplausos del pleno, otra moción de derribo por estorbar al tráfico.  Con la democracia y a partir de los años ochenta comienza tímidamente su reivindicación.  José Guirao, entonces diputado provincial, tuvo mucho que ver en la incoación como BIC del Cargadero en 1984,  evitando así que la empresa propietaria lo demoliera y vendiera como chatarra.  Un año después se organiza la exposición  “Arqueología industrial en Almería”,  coordinada por Ana Martínez Marín y Antonio Gil Albarracín, que comenzó su andadura en el Patio de Luces de la Diputación y circuló después por institutos de la provincia, entre ellos el mío. Yo entonces participaba con mis alumnos en la I Campaña de Arqueología Industrial para Jóvenes, que ayudó a despertar el interés por un patrimonio  hasta entonces olvidado.

Los años 80 y 90 vivieron una intensa polémica entre defensores y detractores  del Cable Inglés, en el seno de una sociedad almeriense que aún no asumía sus valores patrimoniales. En la memoria y en el subconsciente colectivo estaba impresa esa pátina rojiza depositada por el polvo del mineral en toda la vecindad. A la vez se denunciaba el abandono de la Administración, que permitía que ese “mamotreto” se fuera convirtiendo en  un “amasijo de hierro podrido”.

En 1998 se zanja el debate con la declaración definitiva del Cargadero como Bien de Interés Cultural. Ese mismo año se derriba el Edificio Trino. Ahora, el Cable Inglés se muestra orgulloso en un lugar clave para Almería, y poco a poco va calando en el sentir de los almerienses, que no pueden comprender ni su deplorable abandono ni su falta de utilización para la vida cotidiana y cultural de la ciudad.

Once años después de su declaración, en 2009, la Junta de Andalucía aprueba al fin un proyecto de restauración, cuya 1ª fase (el muelle de carga que se adentra en el mar) se realiza en 2010. Han de pasar otros diez años para que  en 2020  comience la 2ª fase, en ambos casos bajo la dirección del arquitecto Ramón de Torres,  gran experto en el Cable Inglés y persona clave en su recuperación. Cuando finalice esta fase podremos ¡al fin! acceder y disfrutar parcialmente de nuestro monumento, pues está previsto un paseo peatonal por la parte superior del cargadero y el muelle, que se convertirá en un excepcional mirador sobre la bahía.  Una 3ª fase,  aún por gestionar por la Autoridad Portuaria,  permitiría la adecuación del interior  para otros usos, tales como sala de exposiciones, centro de interpretación, cafetería y  restaurante. Se trata de una larga historia en la que,  gracias a los esfuerzos de muchas personas,  se ha conseguido que los valores históricos, tecnológicos, estéticos y paisajísticos que el Cable Inglés representa se reconozcan y estén a salvo.

@ Carlos de Paz

El Cable Inglés es un documento histórico inestimable, un testimonio clave de esa “edad del hierro” de la minería almeriense, que contribuyó a la prosperidad de nuestra tierra y la transformación de la ciudad. La construcción se inició 1902 por la compañía The Alquife Mines and Railways Company Limited, según el proyecto redactado por el ingeniero escocés John Ernest Harrison. El cargadero permitía  dar salida rápida al mineral de hierro procedente de las minas de Alquife, ahorrando tiempo y mano de obra. El 20 de abril de 1904 vino el rey Alfonso XIII a inaugurar ese emblema del desarrollo económico de Almería,  símbolo de un esplendor basado en la integración de nuestra economía en los circuitos  mundiales, que resultó ser un espejismo efímero.

Posee unos valores arquitectónicos y estéticos  que lo convierten en uno de los  principales bienes  de la arquitectura industrial andaluza. Es a la vez un muelle de carga y un depósito de mineral dotado con la más avanzada tecnología de la época, un “inmueble-máquina” excepcional entre los de su especie. Desnudo de toda ornamentación superflua pero tan cercano a nuestra sensibilidad actual, sus valores estéticos proceden de la lógica de su función, como corresponde a esa “arquitectura del hierro” a la que pertenece.  Un puente entre el mar y la ciudad, que seduce por la multitud de perspectivas que ofrece y los siempre cambiantes reflejos de su rotunda imagen en el agua.

Parte fundamental de nuestro paisaje urbano y de nuestra fachada marítima, el Cable Inglés vuelve a pintarse de color esperanza en unos tiempos difíciles  para el Patrimonio. Con su silueta rotunda y a la vez airosa nos ofrece un gran balcón entre el mar y el cielo que invita a mirar al futuro sin tirar la toalla.

@ Carlos de Paz

 

 

 

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