Y todo porque les encanta ver la Plaza Vieja llena de terrazas

Fotografía de Jose Antonio Junquera Rodriguez

La concejala Ana Martínez Labella llama “ruin” y “mezquino” así como manifestaciones “enfermizas” las críticas contra el proyecto de eliminar el Pingurucho y el arbolado de la Plaza Vieja.

Pobres, muy pobres, deben ser los argumentos del Ayuntamiento de Almería y de su concejala Ana Martínez Labella para que defender su insigne proyecto de Plaza Vieja suponga tener que descalificar gravemente a quienes, como Amigos de la Alcazaba, consideramos que los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre la ciudad a la que pertenecemos, que eso mismo significa “ciudadano”. Y no es la primera vez que la concejala insulta a quienes defendemos que ese proyecto se ha planteado con nula sensibilidad democrática.

Durante dos años la ciudadanía, con Amigos de la Alcazaba, viene manifestando sus argumentos en contra de este proyecto, sin que el Ayuntamiento se haya dignado a escuchar las razones que alegamos y de los expertos que las avalan. Ni se han inmutado ante 27.000 firmas recogidas, ante las manifestaciones realizadas en la plaza, ante las 117 alegaciones presentadas por colectivos, colegios profesionales, arquitectos, sindicatos, asociaciones, etc. No ha existido en ningún momento participación ciudadana y esto no es propio de un ayuntamiento democrático, cuya única razón esgrimida es que ganaron unas elecciones, como si ello les eximiera de dar explicaciones por cada una de sus acciones.

Incomprensible que no se avenga a entender que en un espacio milenario, en el mismo corazón del Casco Histórico, no se puede actuar urbanísticamente sin tener en cuenta la historia y la simbología de este espacio, siempre querido por todos los almerienses.

Incongruente que la pretendida dignificación de la plaza se haga a costa de la indignidad que supone eliminar el monumento civil más representativo de la ciudad, dedicado a aquellos que hace casi dos siglos dieron su vida por defender la Constitución y las libertades.

Irracional que se quiera convertir la Plaza Vieja en la Plaza de la “Diafanidad”, eliminando sin piedad los árboles que la acompañan desde hace un siglo, la mayoría de ellos, y que son la única protección solar en la ciudad con más horas de sol de toda España.

Insufrible para los vecinos y para todos querer transformar la Plaza Vieja en un lugar de copas, haciendo del Casco Histórico un lugar ruidoso y hostil para el disfrute ciudadano

Intolerable que un millón de euros de los impuestos de los ciudadanos se utilicen sólo para eliminar y “trasplantar” el monumento y el arbolado. Un derroche de recursos que muestra una insensibilidad monumental ante los difíciles momentos que vive y va a vivir la sociedad almeriense

Vergonzoso que hayan aprobado esta importante decisión en pleno Estado de Alarma y sin el apoyo de ninguno de los cuatro partidos de la oposición, solamente con un concejal escindido de Vox. Glorioso apoyo democrático

Pero la pregunta filosofal es: ¿y todo esto para qué? Y la locuaz concejala nos lo explica claramente: porque al Ayuntamiento le “encantaría ver la plaza llena de terrazas, que es lo que le da vida a una ciudad” (Ana Martínez)

 

 

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