TORRE DE LOS ESPEJOS: AFIRMACIÓN DE LA MEMORIA (De J.J. Ceba)

A raíz del acto de homenaje realizado por la Asociación de Amigos de la Alcazaba de Almería a la Sociedad de Estudios Almerienses con motivo del primer centenario de su creación, el escritor y poeta Juan José Ceba escribe este interesante artículo que reproducimos íntegramente.

Vista parcial de la Alcazaba y las murallas_1909

 

TORRE DE LOS ESPEJOS

Juan José Ceba

AFIRMACIÓN DE LA MEMORIA (III)

 

Qué bien conectan nuestros Amigos de la Alcazaba, con el espíritu de aquella Sociedad de Estudios Almerienses, que inició su peregrinaje hace ahora un siglo. Hoy como ayer, la autoridad ética sobre cultura y patrimonio, sólo se adquiere cuando hay por medio un amor emocionado y un exacto conocimiento por los restos de otras épocas, por la manera de darse sin descanso a la iluminación de la historia, al rescate del pasado y a la vida que surge de la memoria recobrada.

            La Sociedad de Estudios Almerienses es la fuente de una gran dignidad, por sus aportaciones claves a la historia, por su afán desmedido en la protección de monumentos y por la renuncia que hicieron sus hombres a toda aspiración de prebendas personales. Su objetivo era que el sol no siguiera cegando a sus habitantes –hasta entonces incapaces de considerar los tesoros heredados- y que pudiera iluminarles sobre el valor de un pasado esplendoroso y rico. La dedicación llegó a límites de asombrosa generosidad y labor infatigable. Eran enérgicos, apasionados y libres, en defender y valorar la herencia cultural –siempre en el filo de la angustia.

            ¿Saben, en verdad, los almerienses de hoy, hasta donde llegó el alcance del desvelo, que imprimieron a sus acciones aquellos lúcidos paisanos y cómo fueron afirmando la memoria y la identidad de esta tierra?

            Cuando Martínez de Castro se desvivía, en la aventura de evitar el proceso de destrucción de la Alcazaba, de los Torreones de La Chanca o del mihrab y el muro de la quibla de la Mezquita Mayor, y exigía la declaración como Monumento Nacional de la espléndida fortaleza, se daba de bruces con un desierto de incomprensión y apatía, que le hacía sin embargo llenarse de nuevos bríos y de razones sólidas, para continuar luchando. Cuántas veces tuvo que sentir la impotencia y el dolor, ante la calamidad que amenazaba al patrimonio, como ante la desgracia de la  desaparición del cancel de la iglesia de Santo Domingo.

            Que los Amigos de la Alcazaba reconozcan hoy (con el mismo espíritu y una sensibilidad hermana), cien años después de la fundación germinadora de la Sociedad de Estudios, la eficacia y categoría de sus acciones, en la persona de su creador, Juan Antonio Martínez de Castro, responde –sin lugar a dudas- a una sintonía acorde entre ambas instituciones culturales, que dialogan, se sienten vinculadas y en unidad, y comparten las mismas preocupaciones y los mismos anhelos.

            Pues hoy, como ayer, en esta tierra se suceden peligros parecidos, si bien sigue creciendo una respuesta –cada vez más unánime y valiente- de valoración y defensa de la memoria viva.

 

 

Eran enérgicos, apasionados y libres, en defender y valorar la herencia cultural –siempre en el filo de la angustia

 

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