LA HOYA Y SU MURALLA, LUGAR DE MEMORIA Y SUEÑOS

Es el corazón mismo de la ciudad histórica, un vestigio único e irrepetible. Una rara imagen de la urbe medieval yerma, inalterada, completa. Conservada durante siglos sin alteración grave, con la veneración de las piedras viejas.

Alcazaba y Muralla de la Hoya, 1923

 La fuerza de la muralla, su integridad, su fijeza, aminoran los pequeños desperfectos del tiempo, proyectando recortada contra el cielo o la roca su silueta.

 Tres elementos le daban una redoblada fuerza. El primero, servir de unión física, histórica, estética, entre los dos cerros paralelos que penetran la llanura, a cuyas faldas la ciudad encontró cobijo. Otro, el quedar integrada en el paisaje como contrapunto a la descarnada montaña. Finalmente, el permitir la unión sentimental con el pasado simbólico de Almería, acompañando a Jayrán, a Al-Mutasim, a la capital de los mil telares, a la “puerta de oriente”. A aquella frase que decía: “Cuando Almería era Almería…”

 Y esta feliz conjunción se consumaba con el recuerdo de todos los que quedaron seducidos por ella. Con el pintor romántico que grabó su imagen, con el viajero inglés sorprendido por su grandeza, con Juan Antonio Martínez y sus ilusiones regeneracionistas, con Villaespesa y su alcázar de perlas, con Florentino de Castro y sus esplendores del siglo XI, con el arquitecto ilustrado y afectivo, alumno predilecto del gran Torres Balbás. Con ficciones también de espejismos y leyendas.

Almería y sus murallas, 1930

 Esta imagen era sobria, sensata, potente. Tenía una irresistible fuerza evocadora que nos retraía inmediata y sencillamente a un tiempo lejano. Nadie que no haya pasado una tarde de primavera viendo los mil matices del sol poniente entre los lienzos comprenderá cabalmente la serenidad del lugar, la tranquilidad que emana. Paz, equilibrio y sosiego de un espacio privilegiado en el corazón mismo de la ciudad.

 Dentro pero fuera, cerca pero lejos, pasado pero presente. Un lugar madurado con paciencia, imprescindible hoy para recuperar el almario de una ciudad errabunda y hace tiempo perdida, que la mayoría no ama porque desconoce y recela.

 Maltratado por todos sin exclusión, este espacio excepcional ha sido agredido con cinismo, torpeza e incompetencia, con la obcecación de la insensibilidad, con la ingratitud de la ignorancia. Con la ceguera de la falta de excelencia. Con irresponsable prepotencia.

La muralla de Jayrán trasnformada por Basterra. Foto FVF

 Sólo desde la inconsciencia se puede atacar una imagen de la ciudad consolidada pacientemente durante siglos. Sólo con negligencia se puede destruir una de sus señas de identidad más difundidas. Sólo con tanta vanidad como suficiencia se puede dañar un icono de tanta sobriedad como fuerza.

 Y ahora. Precisamente cuando exigía la sensibilidad, el respeto y la modestia que relatan elocuentemente las postales de aquella Almería que aunque pobre y atrasada aún no era soberbia.

 La Hoya, lugar de memorias y de sueños. La Joya de la Alcazaba. Las Hoyas, nueva y vieja. 

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