«SOBRE EL PATRIMONIO: ENTRE LA FRAGILIDAD, LA PROTECCIÓN Y LA DESIDIA POLÍTICA», por GABRIEL MALDONADO LÓPEZ

La situación actual del Patrimonio (natural, histórico o artístico) es producto de la sociedad mercantilizada en que vivimos, donde todo se compra y se vende. Políticos interesados en enriquecerse a costa del poder que -temporalmente- le concedió la ciudadanía; empresarios y burgueses sin escrúpulos preocupados únicamente por su placer personal. En definitiva, poderosos que única y exclusivamente se preocupan por un enriquecimiento particular, a costa de un bien colectivo.

Sobre este tema tenemos ejemplos palpables y cercanos, entre los que podemos destacar como botón de muestra, el Patio del Honor del Castillo del Marqués de los Vélez (Vélez-Blanco) o el yacimiento romano de Turaniana (Roquetas de Mar). Es paradójico, y a la vez triste, que algo con un potencial tan grande como el Patrimonio, sea a la vez tan frágil.

Quienes ostentamos la soberanía en este país, por lo menos en el papel y a la hora de decidir gobiernos, somos incapaces de comprender la fragilidad del Patrimonio. Hasta que no se comienza a destruir y se deja paso a la especulación urbanística, como ha pasado con el manido caso de El Algarrobico, la ciudadanía no responde. Es más, en casos en que se utiliza el recurso de la supuesta creación de puestos de trabajo con la población, ésta prefiere desprenderse de un poco de su identidad ecológica, en beneficio de unos pocos que se ufanan en mantener un modo de producción obsoleto. Este modo de producción incapacita a la sociedad desde diferentes puntos de vista: uno de ellos es con el desconocimiento del pasado del entorno en que vive, ya como Patrimonio histórico, ya natural. Otro punto de vista es el destrozo y la falta de consideración para con el esfuerzo de nuestros antecesores en el mantenimiento de un entorno, mediante un turismo sostenible y público.

Es el pasado, a través del Patrimonio, quien nos permite conocer qué ocurrió en el espacio donde vivimos, donde nos relacionamos e, incluso donde nos enterramos actualmente. Gracias a su protección, las personas del presente y del futuro podrán saber cómo se relacionaban las personas en el pasado, cómo se organizaban en sociedades, cómo obtenían recursos, los repartían y si existían diferencias en el reparto de la riqueza. Gracias a ese conocimiento, la ciudadanía obtendría la capacidad de crítica y el respaldo del pasado para las reivindicaciones del presente y del futuro. Es sorprendente cómo algo tan frágil como el Patrimonio guarda un potencial inmenso y enriquecedor.

La destrucción del Patrimonio es una forma de desaprovechar su potencial en beneficio de unos pocos. Los citados ejemplos de Turaniana, la Ribera de la Algaida en Roquetas de Mar, el Cañuelo el Felix o con la falta de promoción, como en el paraje de El Tartel en Vícar, son muestras más que flagrantes de cómo desde las autoridades políticas, en sus diferentes escalas, se hace caso omiso a unas formas diferentes de promocionar el Patrimonio. Es a causa del egoísmo, de la falta de sensibilidad o del desconocimiento, como se daña un bien colectivo de semejante magnitud. Es mediante su promoción mediante inversión pública como se puede utilizar con el fin de inculcar en la sociedad una serie de valores como el del compromiso con el entorno en que se vive, la protección del medio ambiente como bien común o colectivo. Es necesario que desde la Administración se haga entender y comprender a la ciudadanía que ciertos procesos de nuestro pasado no se han de volver a repetir, siempre desde la democracia, la libertad y el compromiso de la ciudadanía, amparada por el Estado, en la protección del bien común.

Gabriel Maldonado López

Universidad de Almería

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